viernes, 28 de diciembre de 2007

Hermeneutica, liberación y pobreza


Este ensayo tiene como objetivo proponer una discusión, sobre el concepto de pobreza a partir de los textos de Mat. 5,3 y Lc. 6,20. Este escrito tratará de inscribirse dentro de los márgenes de la hermenéutica que utiliza la teología de la liberación y la hermenéutica bíblica, con la finalidad de hacer una lectura de ambos textos desde cada una de esas posiciones.

Desde ya hace algunas décadas se iniciaron estudios exegéticos cada vez más ricos y precisos, los cuales dieron inicio a una reflexión propiamente teológica sobre la pobreza. De los primeros ensayos se desprende con claridad un resultado que puede sorprender, estamos ante una noción bastante trabajada y que, pese a todo, permanece incierta. En efecto, las líneas de interpretación se entrecruzan, pues, determinadas exégesis nacidas en contextos muy distintos y hoy inexistentes gravitan todavía, debido a que algunos aspectos del tema de la pobreza operan ineficazmente impidiendo percibir su significación global[1].

La misión esencial de la iglesia, es una misión evangelizadora y salvífica. Esta tarea en función de las experiencias pastorales y las reflexiones teológicas, es llamada cada vez con más frecuencia, evangelización liberadora en tiempos recientes. En esto la conferencia episcopal de Medellín y la teología hecha en América Latina jugaron un papel importante. La “Evangelio Nuntiandi” fijo para nuestra época los términos de la tarea evangelizadora de la Iglesia y Puebla la retomo en el contexto latinoamericano.

“Anuncio de la liberación integral, como decíamos, porque nada escapa a la obra salvífica de Cristo. El amor que impulsa a la Iglesia a comunicar a todos la participación en la vida divina mediante la gracia, le hace también alcanzar por la acción eficaz de sus miembros el verdadero bien temporal de los hombres, atender a sus necesidades, proveer a su cultura y promover una liberación integral de todos lo que impide el desarrollo de las personas. La Iglesia quiere el bien del hombre en todas sus dimensiones”[2].


¿Cómo lee la bíblica la teología de la liberación?

“La Teología de la liberación (T de L) es profundamente bíblica. Lee la escritura desde la fe de la iglesia, dentro de la comunidad eclesial, leer la bíblica al margen de este contexto de la fe de la iglesia, seria convertir la escritura en un libro puramente humano, cayendo a si en una lectura ideológica. Pero lo más típico de la teología de la liberación es aportar al texto la vida y las preocupaciones del pueblo”.[3]Esta lectura bíblica desde la vida y para la vida, iluminada por la fe de la iglesia e intentando penetrar cada vez más en el sentido del texto, es la que propicia la teología de la liberación y la que ejercitan las comunidades eclesiales.

“Esa teología es profética. En ella la fe interpreta la situación latinoamericana a la luz de la palabra de Dios. Y la misma fe se reinterpreta desde esa determinada situación”[4]. Ese doble juego hermenéutico tiene sus características propias en la teología de la liberación con esto se descubre el sentido histórico, político y sub-versivo del mensaje cristiano. Sin embargo por otro lado se desvelan también el sentido trascendente de la acción histórica, la dimensión salvífica de los acontecimientos políticos y el valor simbólico de las liberaciones humanas.

Una interpretación liberadora de la Biblia.

Las bienaventuranzas son hoy en día lectura preferida entre los cristianos latinoamericanos, específicamente entre aquellos, que participan de la opción preferencial por los pobres. Especialmente la primera de las bienaventuranzas (Mat.5, 3) “Bienaventurado los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”, y más aun el texto paralelo de Lucas “Bienaventurado los pobres, porque de ellos es el reino de Dios (Lc.6, 20). Ambos pasajes constituyen, junto a varios otros textos análogos, uno de los ejes hermenéuticos primordiales a través del cual se interpreta globalmente el contenido bíblico.

Más de cuatro década de desarrollo cristiano y de creciente solidaridad con los pobres, han llevado a importantes secciones de nuestras iglesias a redescubrir la preeminencia de estos pasajes del Nuevo Testamento para mantener tal solidaridad. En este sentido los pobres del texto de Lucas son corrientemente identificados con los oprimidos, la clase social explotada, el pueblo expoliado. Por otro lado, los pobres en espíritu en el texto de Mateo son identificados con los cristianos que expresan disponibilidad y solidaridad con la causa de los pobres y oprimidos. Estas dos categorías de pobreza encuentran su síntesis, siguiendo a Sofonias 2:3, en la conocida formula propuesta por Gustavo Gutiérrez, la pobreza cristiana expresión del amor, es solidaria con los pobres y es protesta contra la pobreza. Una gran cantidad de literatura latinoamericana sobre el tema certifica y amplia esta perspectiva sobre los pobres y la pobreza en la Biblia y la tradición cristiana.

Según Gutiérrez “La pobreza es un termino equívoco. Pero esta equivocidad terminologíca no hace sino traducir la ambigüedad de la noción o nociones mismas que están en juego”.[5]Para algunos el término pobreza designa en primer lugar, la pobreza material, es decir, la carencia de los bienes necesarios para una vida digna. Bajo esta lectura la pobreza es considerada como algo degradante y es rechazada por la conciencia del hombre contemporáneo. Pero en los ambientes cristianos se tiene tendencia a considerar a la pobreza material como positiva, a verla casi como un ideal humano y religioso.

La cuestión se hace todavía más complicada si se tiene en cuenta que el concepto de pobreza material esta en inmutable evolución. La noción de pobreza espiritual es todavía más imprecisa. Con frecuencia, es vista como una simple actitud interior de desprendimiento frente a los bienes de este mundo. “El pobre sería, entonces, no tanto el que no posee bienes materiales, sino mas bien aquel que—aunque los posea—no estás apegado a ellos”[6].

La pobreza como un estado escandaloso.

La teología liberadora declara que para la Biblia la pobreza es un estado escandaloso que atenta contra la dignidad humana y por lo tanto contraria a la voluntad de Dios. Este rechazo se puede ver con bastante claridad en la terminología que se emplea. En el Antiguo Testamento el término menos usado para hablar de pobre es “rash”, que es utilizado 21 veces en el Antiguo Testamento, el cual tiene un sentido más bien neutro. Un segundo termino que es utilizado por los Salmos y los Profetas es “ébyôn”, que designa al mendigo, a quien aquel le falta algo, y aparece 61 veces en el A. T. Pobre es igualmente el “ani”, el que esta bajo un peso, el humillado que es usado 80 veces en el A.T. de preferencia en los Salmos y Proverbios. “anaw” se encuentra 25 veces en el A.T., pero que tomara mas fácilmente la acepción religiosa, “el humilde ante Dios”.

Para los profetas la pobreza no fue nunca una cosa neutra. Cuando predicaban de ella, era para protestar contra la opresión y la injusticia de los ricos y de los poderosos (Amos 2, 6-7). Por tanto hay pobres porque hay hombres que son victimas de otros hombres. Los profetas denuncian todo tipo de abuso, toda forma de crear nuevos pobres. Se condena el comercio fraudulento y la explotación (Os. 12, 8: Am. 8,5: Is. 3,14: Jer. 5,27) el acaparamiento de tierras (Miq. 2, 1-3: Hab. 2,5-6), la esclavitud (Neh. 5,1-5; Am. 2, 6), la violencia de las clase dominantes (2 Re 23, 30; Am. 4,1 Jer. 22, 13-27). Pero la Biblia no solo trata de denuncia de la pobreza, sino también nos propone medidas positivas y concretas para impedir que la pobreza se instale en el pueblo de Dios.[7]

La pobreza espiritual.

Los pobres en espíritu en Mat. 5; 3[8] no representan gran contrariedad en ser identificados. En este texto la reseña de Jesús es obviamente a sus seguidores. Los “hoi ptójoi tó pneumati”·, son los que, ahora en los términos de Jesús, extienden la actitud que caracteriza en el Antiguo Testamento a los pobres de Yahweh (anawim).
Son los humildes, los que se reconocen pobres delante del señor, que emergen frente a Él con las manos vacías y todo lo esperan de su Salvador. Son igualmente los que están preparados a dejarlos todo por obra del Señor (Sof. 2,3; Is. 57, 15; 62,2). Esta pobreza espiritual no involucra necesariamente escasees de bienes materiales, sino mas bien trata de la actitud que debe estar presente en los discípulos de Jesús.

La interpretación se hace más difícil cuando consideramos Lc. 6,20. en este texto tenemos una forma condensada de la misma bienaventuranza donde el nombrado en espíritu no está presente. Sólo aparece la referencia a los pobres. Para algunos esta es la forma más original del escrito. Los pobres en Lc. 6,20 habitualmente han sido entendidos por la comunidad cristiana a partir de su equivalente en Mat. 5,3; esto es, como otra forma de decir pobres en espíritu. Los pobres en Lc 6,20 tradicionalmente han sido entendidos por las iglesias a partir de su sinónimo en Mat. 5,3; esto es, como otra forma de decir “pobres en espíritu”.

Esta exégesis en ambos textos ve a los discípulos, pero la narración a la pobreza material en el argumento de Lucas se desvanece. Con una lectura así de los textos se procura garantizar la “universalidad” de las palabras de Jesús. Otra traducción por el estilo es leer en lugar de “pobres en espíritu” el aparente sinónimo de “pobres de espíritu”. Esta es una traducción no clara, según la cual, los pobres de espíritu serían los sin carácter ni temperamento, los “pobres diablos”, como indicamos corrientemente. Peor es la situación cuando se usan textos como éstos para demostrar que ser pobres en esta tierra es como ostentar una suerte de ingreso seguro al cielo.
El termino “Ptojós” es usado 34 veces en todo el Nuevo testamento. En la mayor parte de los casos designa al indigente, carente de lo necesario. Sólo en 6 ocasiones este término toma un sentido espiritual, pero aun en este caso, el pobre figura al lado del ciego, el mutilado, el leproso, el enfermo, lo que le da un contexto inmediato muy concreto. Según la visión griega de la pobreza, algunos mendigos son personas que no quieren realizar ninguna labor y se aprovechan de los demás. En general, los mendigos son despreciados, pero se les entrega pequeños donativos, y Homero puede incluso decir que a veces vienen de Dios y en ninguna parte de su cultura se elogia la pobreza.

Para los Hebreos “el término tiene el sentido primario de dependencia, con las implicaciones mas deseadas de la humildad, desposeimiento, pobreza y, en el mundo religioso, sencillez o piedad. Puesto que la pobreza es inmerecida, a Dios se le considera de modo especial como protector de los pobres”[9]. El concepto de pobreza en el judaísmo tardío, sus obras manifiestan la esperanza de que la pobreza se terminara con la llegada del nuevo eón. Pero antes de que llegue el fin, lo pobres entraran en una lucha con los ricos y estos serán puesto por encima de ellos, esta posición entremezcla los conceptos de pobreza y piedad.

En la literatura del Qumrán, a individuos y grupos se les llama pobres. Dios los usa para vencer a sus adversos. La comunidad de los pobres se convierte en término común para el movimiento. Por el contrario los pobres en el judaísmo palestinense “después del exilio los rabinos adoptan una visión negativa de la pobreza, burlándose de las modestas ofrendas de los pobres, y no reconociendo en la pobreza un excusa para no estudiar la ley. Aunque cualquiera puede ser victima del infortunio, la pobreza se califica como una maldición o un castigo”[10].

Pero volviendo al análisis de nuestro texto, el hecho de que Lc 6,20 se refiere a los pobres como a aquellos que no tienen posesiones materiales, es algo que está fuera de toda discusión. El propio contexto inmediato lo esclarece elocuentemente. Estos mismos son los que pasan hambre (vers. 21) y están claramente contrapuestos con los ricos (vers. 24-25). Por otro lado, este mismo contexto de Lc 6,20, muestra que aquí no hay una referencia a los pobres en general, al proletariado en su totalidad, sino que se trata de un denominador que Jesús usa para sus propios discípulos. El vers. 22 hace esta especificación cuando indica que estos pobres son perseguidos por causa del Hijo del Hombre, esto es, por su seguimiento de Jesús. Los discípulos de Jesús son aquí puntualizados como pobres por el simple hecho de que lo son. Es una descripción de su situación real, son pobres materialmente faltos.

Las diversas locuciones complementarias en esa cita del Tercer Isaías explica de quiénes está hablando Jesús: pobres, corazones rotos, cautivos, los que lloran, los de espíritu abatido. A estos mismos se los declara raza bendita (esto es, bienaventurada) de Dios (Is 61,9). De igual modo Jesús hace lo propio con los suyos, pues son pobres como Él mismo.

Tanto Mateo como Lucas se refieren en sus bienaventuranzas a los discípulos de Jesús, pero lo hacen subrayando el término “pobre” en sentido diverso, pero no desligado el uno del otro.
Es un error histórico y exegético pensar que en el primer siglo hubo una sola iglesia primitiva. La variedad de comunidades originales explica la diversidad teológica de los varios escritos del Nuevo Testamento. En esté sentido tanto Lucas como Mateo dedujeron el vocablo “pobre” según la clase de comunidad cristiana que personificaban y considerando a los interlocutores inmediatos para quienes iban en principio dirigidos estos escritos.

Tanto Lucas 6,20 como Mateo 5,3 son pues dos textos eclesiológicos. Son dos representaciones que Jesús hace de sus discípulos. En la síntesis de estas dos clases de pobreza, como lo hicimos notar al comienzo, es donde se da el verdadero discipulado de los seguidores de Jesús. Como dice Gutiérrez “La pobreza que Mat. 5,1(bienaventurados los pobres en espíritu), declara bienaventurada es la pobreza espiritual, tal como se le entiende a Sofonias: total disponibilidad ante el Señor. La versión de Lucas (bienaventurados los pobres), presenta mayores problemas de interpretación. Los intentos por resolver esas dificultades siguen dos líneas diferentes. Lucas es el evangelista de mayor sensibilidad a las realidades sociales (...), pero esta interpretación encuentra una dificultad. Ella llevaría a canonizar la clase social, los pobres serian los privilegiados del reino, hasta el punto de tener asegurado su acceso a él, no por opción voluntaria, sino por una situación socio-económica que se impone a ellos”[11].

En todo esto hay una sugerencia teológica que no puede ser pasada por alto, sobre todo subrayando esto desde un contexto como el de la historia reciente de las iglesias de América Latina. Se trata de la solicitud de pobreza espiritual que Jesús hace para todos sus seguidores, sean estos, o no, materialmente pobres. El requerimiento de la conversión es algo sine qua non como condición para ser parte del Reino de Dios (Mc 1,15, par.). Y esa conversión se tantea en términos de pobreza en el espíritu, según las bienaventuranzas.

Es esencial aseverar esto sobre todo para corregir las fáciles sacralizaciones de la que los pobres son objeto, como el hacer de esta clase social una suerte de cripto-cristianos. O peor aun, hacer gratuitas aseveraciones de que los pobres por el simple hecho de ser pobres no precisan de conversión a Jesucristo. Si los pobres son los privilegiados en el Reino de Dios, no lo son por calificación o mérito moral propios, o porque han dejado de ser pecadores, sino porque son las atormentados de una sociedad injustamente establecida. Su condición de pobreza es uno de las secuelas más brutal del pecado humano socialmente estructurado.

¿Quienes son los pobres? La paradoja de la pobreza.

La pobreza es un estado escandaloso. La pobreza espiritual es una condición de abertura a Dios. Por tanto en primer lugar, si, como la Biblia lo dice insistente y enérgicamente, la pobreza material es algo repudiable, el testimonio de pobreza no puede hacer de ella un ideal cristiano. De otro modo, el análisis de los textos bíblicos sobre la pobreza espiritual nos ha hecho advertir que no es el desprendimiento interior de los bienes de este mundo. La pobreza espiritual es algo más profundo y global, es ante todo, una total disponibilidad ante el Señor.

De manera que si sintetizamos, la pobreza material de los oprimidos y desposeídos y la pobreza espiritual de los humildes y mansos, Dios se ocupa da ambas. “Pues el primer tipo de pobreza es un mal social al que Dios se opone, y el segundo es una virtud espiritual que aprueba”.[12]
Los pobres son aquellos a quienes la llegada del reino significa buenas noticias, porque por un lado es el don gratuito de la salvación a los trasgresores, y en parte porque es la promesa de una sociedad caracterizada por la libertad y la justicia y frente a esto la iglesia debería ser un modelo para ambas verdades.

La Iglesia debería cumplir una doble funcionalidad cumplir con un rol integrador para los espiritualmente pobres “pobres en espíritu”, que reconocen su desgracia ante Dios. Como también proclamar las buenas nuevas del Reino a los materialmente desposeídos, acogerlos en el seno de la familia cristiana y compartir sus propuestas de lucha. Y aun más la Iglesia no debería sobrellevar la pobreza material en su propia comunidad. Por tanto comunidad cristiana debería batallar por erradicar el mal de la pobreza material, por una parte, y cultivar el bien de la pobreza espiritual, por otra.

Estos puntos son elegidos porque ilustran la realidad popular de la iglesia evangélica chilena, donde la dinámica de la pobreza se hace presente en una forma real e integral abarcando toda las ares de su vida. Un segmento importante de la comunidad cristiana se ve trastocada por la desigualdad, posición que ha generado diversas interpretaciones sobre la relación que debe tener la Iglesia con el problema de la pobreza. Existen algunos universos simbólicos que han socializado la pobreza material como un elemento de piedad, produciendo en ellos una enajenación, que no les permite luchar por sus derechos y oportunidades. Otro segmento ha caído en una pasividad social donde el individualismo ha sesgado toda reacción ante las injusticias sociales, relegando toda responsabilidad al Estado y la mala gestión de sus políticas publicas.

Por lo tanto se pueden detectar dos tipos ideales de individuos dentro de un segmento importante de la iglesia: el alienado que no considera relevante los problemas que le genera la pobreza sino que los reflexiona como parte del plan de Dios, y que ve una solución no en este mundo sino en lo supraterrenal. Un según tipo es el mediatizado que hace una lectura particular del evangelio, un evangelio prospero y lleno de éxito, que la señal de su comunión y compañerismo con Dios son los bienes que posee y puede disfrutar pero que ha perdido la sensibilidad espiritual de acercarse y depender de Dios desinteresadamente.

Por eso creo que replantarse el tema de la pobreza como algo escandaloso,--- sensibilizando nuestro compromiso social con los desposeídos—o como algo espiritual—la búsqueda de Dios, desinteresada--- es algo completamente vigente para los desafíos de la teología en un mundo globalizado o en proceso de globalización. Pues nos lleva a preguntarnos cual es nuestro rol, y lugar en una sociedad que a su vez integra y excluye, que es democrática y totalizante, que es desarrollada y desigual, que por cierto es en ella donde el Reino de Dios se sigue expandiendo.


Bibliografía:

Gutiérrez Gustavo, “La verdad los hará libre”, Ed. CEP, Lima, 1986,
2. Gutiérrez Gustavo, “Teología de la liberación” Ed. Sígueme, Salamanca, 1972,

Codina Víctor, “¿Qué es la Teología de la Liberación? Ed. Rehue, Chile, 1986

Scannone Juan Carlos, “Teología de la liberación y praxis popular”, Ed. Sígueme, Salamanca, 1976,

5. Kittel, G, Friedrisch G, Bromiley G, “Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento”, Ed. Libros Desafío, USA, 2002,

6. Stott John, “La fe frente a los desafíos contemporáneos, Ed. Libros desafío, USA, Pág. 265.

7. Boff Leonardo, “Jesucristo libertador, ensayo de cristología critica para nuestro tiempo, Ed. Sal Térrea, España, 1983.

8. Christian Duquoc, “Liberación y progresismo, un dialogo teológico entre América Latina y Europa, Ed. Sal Térrea, España, 1987.

[1] El documento de pobreza de Medellín distingue tres acepciones del término de pobreza y sitúa la función de la Iglesia en función a esa distinción. a) la pobreza como carencia de bienes materiales, necesarios para vivir dignamente, b) La pobreza espiritual, es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor, c)Pobreza como compromiso, que asume voluntariamente y por amor la condición de los necesitados para testimoniar el mal que ella representa.
[2] Gutiérrez Gustavo, “La verdad los hará libre”, Ed. CEP, Lima, 1986, Págs. 204-205.
[3] Codina Víctor, “¿Qué es la Teología de la Liberación? Ed. Rehue, Chile, 1986, Pág. 35. Mientras que la lectura de la Biblia que se hace en el Primer Mundo se centra en el texto, la T. de L. ha revalorizado la importancia de la vida para la lectura de la escritura. Podemos decir que la palabra de Dios ilumina la realidad histórica de hoy. Las experiencias del Éxodo leído desde un continente subdesarrollado y oprimido, se vive como un hecho actual, y sin querer, se ve en él recetas para nuestros días, se recibe de su lectura inspiración para nuestros días.
[4] Scannone Juan Carlos, “Teología de la liberación y praxis popular”, Ed. Sígueme, Salamanca, 1976, Pág. 24.
[5] Gutiérrez Gustavo, “Teología de la liberación” Ed. Sígueme, Salamanca, 1972, Pág. 365.
[6] Ibidem, Gutiérrez Gustavo, Pág. 367. En la vida religiosa, la pobreza aparece, a menudo, ligada a la obediencia; ser pobre es no disponer personalmente de los bienes económicos.
[7] En El libro de Levítico y de Deuteronomio encontramos una detallada legislación orientada a impedir la acumulación de la riqueza, y la consiguiente explotación (Dt. 24, 19-21; Lev. 19, 9-10), se dirá que lo que queda en el campo después de realizada la siega, la recolección de los olivos y la vendimia, no habrá que ir a buscarlo, será para el forastero, el huérfano y la viuda.
[8] Veamos ahora el texto desde otro ángulo para comprender mejor el sentido que tiene para nosotros. Mateo 5,3-12 es básicamente una pieza poética semítica (vers. 3-10), acompañada al final de un breve comentario en prosa (vers. 11-12) a la última de las bienaventuranzas. Como pieza poética podemos distinguir en ella versos y estrofas, pero sólo una visión de conjunto nos ha de permitir ver el sentido más profundo de lo que inicialmente la primera bienaventuranza establece como los “pobres en espíritu” y el “reino de los cielos”.

[9] Kittel, G, Friedrisch G, Bromiley G, “Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento”, Ed. Libros Desafío, USA, 2002, Pág. 946.
[10] Ibidem, Pág. 949.
[11] Op. cit, Gutiérrez Págs. 377-378.
[12]Stott John, “La fe frente a los desafíos contemporáneos, Ed. Libros desafío, USA, Pág. 265

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