martes, 9 de marzo de 2010

El debate cosmoteandrico y el cambio climático.


El mes de diciembre del año 2009 ha sido de gran interés para todos los que se preocupan por el cambio climático, en Copenhague se reunieron los líderes más importantes del mundo para discutir el problema ecológico. El objetivo de ese encuentro es el de buscar un límite a las emisiones de gases con efecto de invernadero entre 2012 y 2020 para sustituir el protocolo de Kioto. Sin embargo, la crisis del medio ambiente, tal como la experimenta hoy en nuestro planeta, es un fenómeno distintamente moderno y posmoderno y aun sin solución.


El movimiento cristiano ha sido capaz de reaccionar reflexivamente a este problema sólo desde hace algunos años, intentando definir tesis teológicas y científicas de significación ética sobre la ecología. Por tanto nos preguntamos ¿Cuáles son los problemas generados por el cambio climático que deberemos enfrentar? ¿Hay lugar para la ecología en el discurso eclesiológico? ¿Tiene la iglesia evangélica un horizonte ecológico? ¿Qué soluciones proponemos a este problema que a todos nos afecta?

Según el último informe del PNUD[1] durante los últimos cien años la temperatura del planeta a aumentado 0,7ºC, coincidiendo con el periodo de la revolución industrial. Y el IPCC explica que hay un 90% de posibilidades que la mayor parte del calentamiento sea debida a los gases de efecto invernadero generados por el proceso de industrialización. Según el IV Informe del IPCC[2], durante las próximas décadas aumentará las sequías, inundaciones y tormentas afectando el desarrollo y la supervivencia humana.

Se pronostica una disminución en la producción agrícola en muchos países, debido al incremento de las precipitaciones en latitudes altas y una disminución en las latitudes subtropicales, incrementándose los índices de desnutrición en los países subdesarrollados. Habrá menos disponibilidad de agua, según el IPCC este cambio climático podría comportar que en el año 2080 unos 1.800 millones de personas vivan en un medio en el cual el agua escasee. También aumentara el nivel del mar y el riego de los fenómenos meteorológicos de mayor intensidad tales como ciclones tropicales, tifones y huracanes.

Muchos ecosistemas serán afectados cuando el aumento de la temperatura sea superior a 2 Cº el ritmo de extinción de especies empezará a incrementarse, estudios del IPCC establecen que estos procesos ya están en curso, las más afectadas son las regiones de clima polar el riesgo de extinción es de 20-30% de las especies animales y vegetales. Los investigadores predicen que el cambio climático afectará la salud humana a través de cambios de temperatura, el acceso a una buena nutrición, la calidad del aire, la calidad del agua.

La iglesia desde sus inicios se ha planteado la importancia de la creación y la responsabilidad del ser humano, el Obispo de Hipona San Agustín subraya que la creación no humana, sea no viva o viva, tiene algo más que un simple «valor de uso». No existe exclusivamente para satisfacer las necesidades humanas. Al contrario, la razón le reconoce una «categoría real objetiva» en la jerarquía de los seres[3]. Lutero piensa que la creación está entregada a la «vanidad» y al «disfrute perverso» del hombre, entre tanto Calvino afirma: «Todas las criaturas inocentes» tienen que «compartir la pena por nuestros pecados»[4].

El teólogo José Tamayo dice “la ecología no debe entenderse como un movimiento verde con tonalidad turística ni como un movimiento sólo preservar las especies en extinción. Se trata de una nueva cosmovisión con una profunda inspiración ética y religiosa, que cuestiona de manera radical el modelo de civilización tecno-científica imperante y propone un paradigma alternativo capaz de salvaguardar armónicamente los derechos de la naturaleza y los de la humanidad”[5].

El discurso cosmoteandrico (Cosmo-Dios-Hombre) en la acción eclesiástica se opone al antropocentrismo que considera al ser humano como señor y propietario de la creación, con el derecho de usar y abusar de ella. Este nuevo paradigma pretende armonizar los derechos de los seres humanos con los derechos de la naturaleza. La historia del hombre y la historia de la naturaleza son parte de un acontecimiento global en proceso. La divinidad cristiana se muestra como realidad pan-relacional y esta idea surge de la primeras comunidades cristianas que reflexionaron sobre Cristo en perspectiva cósmico-universal Colosenses 1, 15-17.

No se puede negar que la desacralización profunda de la naturaleza usurpada por el monoteísmo judeocristiano ha sido un aporte a la situación actual de la racionalidad técnico-científica. “Que el ser humano está llamado a desarrollar, trabajar, por ello, dominar la tierra implica que el hombre no está sometido a la naturaleza. La Biblia escamotea la naturaleza, que tiene en sus garras al ser humano como una súper fuerza numinosa e indomable: le asusta y le fascina”[6].

El ser humano es rescatado por medio de la fe de la creación para relacionarse con la naturaleza de modo racional y espontáneo. Muchos cristianos han interpretado Gn. 1, 26-28 para legitimar la explotación de la naturaleza, sin embargo es muy cuestionable esta interpretación. El Génesis nos plantea que el mundo no es propiedad del ser humano, como creado es relegado al ser humano, el hombre debe aceptar y recibir el mundo pero no tiene derechos de creador sobre el. Por tanto esto significa que cuando el ser humano toma la tierra y se apropia de ella, es un abusador y un depredador. Finalmente, los dolores que se manifiestan en el estado actual de la tierra reclaman enérgicamente la atención comprometida y profética del pueblo de la alianza bíblica.

El problema ecológico del cambio climático es un reto para toda la humanidad, por tanto es un desafío también para la iglesia. Debemos hacernos participes del problema pero también de las soluciones, incluyendo dentro de nuestras reflexiones y enseñanzas el diálogo teológico-ecológico desechando nuestro individualismo premilinarista por un activismo más ecologista. Planificar y proponer políticas que resguarden el ecosistema en que vivimos y nos desarrollamos, gestionando actividades de reciclaje, reforestación y ahorro energético.

También educar ecológicamente a las nuevas generaciones para promover un cambio de mentalidad respecto a nuestras responsabilidades como habitantes de este planeta. Este cambio de mentalidad establece que, las generaciones futuras tienen derecho a la vida en una naturaleza rica y con diversas fuentes genéticas, a un mar y un aire limpio, a una capa de ozono intacta. Si el ser humano es el mayordomo de la creación la iglesia tiene el compromiso de entregarle las directrices necesarias para cumplir bien su función.


[1] Consultar en el http://www.oei.es/noticias/slip.php?article1171.
[2] Consultar en Intergovernmental Panel on Climate Change. www.ipcc.ch
[3] De civitate Dei XI, 16; PL 41, 3
[4] Comm. in Ep. ad Rom 8,21; OC 48-49, 153; cf. Institutio III, 25, 2.
[5] Tamayo, José “Horizonte ecológico: del antropocentrismo al grito de la tierra en busca de su liberación”, en “Nuevo paradigma teológico” ed. Trotta, Madrid, 2004, pp. 113.
[6] Burggraeve Roger “Responsable ante «un nuevo cielo y una nueva tierra»ed. Concilium 236, junio, 1991, pp. 152.

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