viernes, 9 de enero de 2009

"La vocación cristiana ante la crisis de la fe”






La cruz no es un sufrimiento fortuito, sino necesario. La cruz es un sufrimiento vinculado no a la existencia natural, sino al hecho de ser cristianos. La cruz no es sólo y esencialmente sufrimiento, sino sufrir y ser rechazado; y estrictamente se trata de ser rechazado por amor a Jesucristo, y no a causa de cualquier otra conducta o de cualquier otra confesión de fe.
Dietrich Bonhoeffer, “El precio de la gracia”.

Lc 9:62 Jesús le contestó: "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios


I. ¿Qué es la vocación?

La vocación es el llamado o invitación a una profesión o estilo de vida. Pero en términos teológicos, la palabra vocación no se usa en referencia a una profesión que uno pueda ejercer. Vocación es la invitación que Dios extiende a todas las personas a ser hijos suyos a través de la obra de Cristo. Esta vocación o llamado no llega a las personas porque lo merezcan, sino que es estrictamente un resultado de la Gracia de Dios. Es cuestión del individuo el aceptar o rechazar ese llamado.

Una palabra utilizada en el Nuevo Testamento para graficar la vocación del cristiano es “testigo”. Ciertamente, es posible ser un testigo del Señor Jesucristo sin ser un predicador, pero al mismo tiempo la actividad de predicar se describe algunas veces como “testificar”. El concepto de testigo es una metáfora legal. Nos lleva los tribunales de justicia. Vemos al juez en su asiento y al reo en el banquillo de los acusados. Oímos a los abogados que discuten el caso, y los testigos que ratifican la verdad de lo que ellos dicen. La vocación es una luz que se enciende en la vida para iluminarla por entero: es una gracia, una iniciativa y una elección de Dios

La vocación lleva a una misión: “llevar la Buena Noticia del Evangelio”, a todos los hombres; acercar a todos los hombres a la plenitud del Amor y la Belleza; a la máxima felicidad, que es la unión con Dios. Los cristianos tienen el privilegio de testificar de y por Jesucristo. En primer lugar, el testigo cristiano da testimonio al mundo. Jesús es procesado ante el mundo, y el mundo está juzgándolo, y no se puede entender o apreciar el testimonio del predicador hasta que tengamos una autentica comprensión bíblica del mundo. A causa de la oposición a Cristo del mundo incrédulo, la iglesia necesita dar testimonio de Cristo. En segundo lugar, el cristiano da testimonio del Hijo. El Espíritu y la iglesia testifican de Cristo. El aparece sometido a juicio y por él debe hablar el testigo. A largo del Nuevo Testamento el evangelio es fundamentalmente “testimonio de Jesús”. Todo testimonio verdadero es testimonio de Jesucristo, ya que él es juzgado ante el mundo.

II. ¿De qué crisis estamos hablando?.


Hablar de crisis no es nada nuevo, en la historia de la humanidad se encuentran muchos hitos que trajeron drásticos cambios. Sin embargo el teólogo José Comblim propone cuatro hitos que ocasionaron cambios decisivos en la iglesia cristiana
“La crisis más importante fue la conquista del Islam de la mayor parte de la cristiandad y la posterior reconquista parcial de los cristianos. Se trata de una crisis que dura ya 1.350 años. La segunda crisis externa más importante fue la caída del imperio romano de Occidente y las invasiones bárbara. La primera consecuencia para la iglesia fue la destrucción del modelo de comunidad cristiana urbana. La tercera crisis se derivó del nuevo movimiento urbano que surgió en el siglo XII (…) La forma urbana de vivir exige más libertad y autonomía. La cuarta crisis es la actual, la crisis de la sociedad industrial”[1].

Es a partir de estos ejemplos donde me quiero detener y comentar la instalación de esta nueva crisis, que esta directamente relacionada con los cambios y transformaciones de nuestra fe. Al hablar de una crisis de la fe, me posiciono en un supuesto fundamental; lo esencial del cristianismo es el testimonio de Jesús, es decir una praxis histórica y encarnada.
Siguiendo este razonamiento Eduardo de la Serna propone dos criterios fundamentales para juzgar esta crisis de la fe.


“El primero es si sus seguidores reflejan o no la vida de Jesús de un modo nítido y transparente; es la crisis de la identidad. El segundo es si hay coherencia o no entre lo que de hecho se vive y lo que proponen que hay de vivir aquellos que aparecen como garantes de la fidelidad, la crisis de la credibilidad”[2].

La crisis de la fe cristiana se ha globalizado, hoy todas las denominaciones de confesión cristiana estas preocupadas por los diferentes cambios que nuestras sociedades estas viviendo. En este escrito nombraremos algunos espacios donde esta crisis es más visible.

a. La crisis de las instituciones: La relevancia social e identidad evangélica, ha entrado en crisis, el individualismo, el pensamiento débil, la muerte de los meta-relatos, lleva a cuestionar y relativizar las instituciones.

b. La crisis de propuestas atingentes a nuestra realidad latinoamericana: Esto se refleja en la incapacidad de formular propuestas. Y no sólo eso, la crisis parece tan honda que, dentro de la misma comunidad cristiana, se oye que la iglesia está esta en camino de desaparecer por no poder ya dar respuesta a la situación, o por una inadecuación con la realidad”[3]. Esta incompatibilidad de la iglesia con la realidad parece ser una de las causas principales de que hoy la iglesia sea cada día menos escuchada.

c. La crisis de lo humano: El ser humano y todo lo que le rodea también ha entrado en este proceso de crisis. El problema de lo ecológico, en todas sus dimensiones, es importante y no sólo por el daño que le hacemos a la tierra sino a nosotros mismos.

d. La crisis de la espiritualidad; La teología de la década de los 70, nos recordó que debemos “beber de nuestro propio pozo”. Se bebe encontrar un equilibrio entre teología y espiritualidad, pero este equilibrio debe y puede ser construido por nosotros, apelando a nuestra realidad, a nuestras necesidades y a nuestras interrogantes. El desafío esta en no dejarnos guiar por viejas recetas, sino asumir con arrojo el anuncio del reino, asumiendo una verdadera espiritualidad.


III. Los desafíos de la posmodernidad y la pérdida de vocación.

Cada nueva época y cada nueva cultura nos confronta ante un nuevo “ethos” y ante nuevos desafíos. Esto ocurre hoy con la llamada “posmodernidad”. ¿Qué es la posmodernidad y cuáles son sus desafíos para la Iglesia al entrar al tercer milenio de la historia?.

La posmodernidad, es una crítica al poder de la razón para explicar toda la realidad. Simboliza un cuestionamiento a los discursos totalizadores, omnicomprensivos, interpretadores del hombre, del mundo y de la realidad. Gianni Vattimo, por ejemplo, afirma que

El pos de posmoderno indica una despedida de la modernidad que, en la medida en que quiere sustraerse a sus lógicas de desarrollo y, sobre todo, a la idea de la “superación” crítica en la dirección de un nuevo fundamento, torna a buscar precisamente lo que Nietzsche y Heidegger buscaron en su peculiar relación “crítica respecto del pensamiento occidental”[4]

La sociedad actual se caracteriza por un acentuado espíritu pragmático. Lo único que importa es vivir el ahora, y vivirlo placenteramente. En cuanto a la fe el hombre de la sociedad posmoderna se caracteriza por su individualismo y nihilismo. La posmodernidad ha aprendido a negar casi todos los valores del pasado, la verdad, la libertad, el bien, la moral y tamben la creencia en Dios.

“El nihilismo es contradictorio con la fe, no se sabe si existe Dios, pero tampoco importa demasiado. La sociedad posmoderna no tiene ninguna creencia sólida, como dijera Lipovetsky estamos en la era del vacío”[5].
Sin embargo lo que llama la atención es que esta cultura mantiene una nostalgia de lo religioso y de lo trascendente:

“La búsqueda de la trascendencia es, por consiguiente, la búsqueda de la realidad última, más allá del universo material. Es una protesta contra la secularización, es decir contra el intento de eliminara Dios de su propio mundo.[6]


Este gran sentimiento de vacío se intenta llenar con adulteraciones de lo religioso, como por ejemplo lo esotérico, la práctica esotérica es pues el desarrollo del conocimiento, el incremento de conciencia, el activar todo ese potencial enorme que está latente en nuestro interior. Una segunda manera de llenar este vacío es a través de la cosmovisión asiática favoreciendo la entrada del yoga, el zen y la idiosincrasia de Oriente, y un tercer factor son los cultos profanos, acciones y rituales separados de lo sagrado, por ejemplo el cuidado del cuerpo, consumismo y exitismo.

Este nuevo ethos ha afectado enormemente a la fe trayendo funestas consecuencias a la vocación cristiana, enumeremos algunos de estos cambios y consecuencia:
Fe tradicional
1. Coherente.
2. Dogmática.
3. Sacrificial.
4. Confiada.
5. Comprometida.

Fe posmoderna:
1. Sincretista
2. Liberal.
3.Cómoda.
4. Desconfiada.
5. Descomprometida.

IV. Recuperando nuestra vocación:

Si las bienaventuranzas describen el carácter esencial de los discípulos de Jesús, las metáforas de la sal y la luz indican su influencia bienhechora en el mundo.

NVI Mateo 5:13-16 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. 14 Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. 15 Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.

John Stott nos explica:

La verdad básica que descansa detrás de estas metáforas y es común a ambas es que la iglesia y el mundo son comunidades diferentes. Por una parte existe "la tierra", por la otra "vosotros" que sois la sal de la tierra. Por una parte existe "el mundo"; por la otra "vosotros" que sois la luz del mundo. Ciertamente, las dos comunidades ("ellos" y "vosotros") se relacionan entre sí, pero su relación depende de su distinción. Es importante afirmar esto con claridad en nuestra época en la que está teológicamente de moda borrar la distinción entre la iglesia y el mundo, y referirse indiscriminadamente a toda la humanidad como "el pueblo de Dios': Además, las metáforas nos dicen algo sobre ambas comunidades. El mundo evidentemente es un sitio oscuro, que tiene por sí mismo poca luz o ninguna, puesto que se necesita una fuente de luz externa para iluminarlo. El mundo también manifiesta una tendencia constante al deterioro. El concepto no es que el mundo sea desabrido y los cristianos lo pueden hacer menos insípido. ("La idea de hacer al mundo sabroso para Dios es enteramente imposible de concebir'"), sino que está corrompiéndose. No puede por sí mismo interrumpir el proceso de descomposición. Sólo la sal que se introduce desde el exterior puede hacer esto. La iglesia, por otro lado, ha sido colocada en el mundo para desempeñar un doble rol: como sal detiene –o cuando menos obstaculiza- el proceso de corrupción social, y como luz disipa las tinieblas.[7]


Estos cuadros fueron los que Jesús utilizó para enseñar e ilustrar la influencia que él esperaba que sus discípulos ejercieran en su comunidad. En aquel tiempo eran un grupo muy pequeño, sin embargo debían ser sal y luz para el mundo entero. ¿Qué quiso decir Jesús? Esto encierra por lo menos cuatro verdades que no pueden pasarse por alto:


1. Los cristianos deben ser esencialmente distintos de los no cristianos.
2. Los cristianos deben influenciar la sociedad no cristiana.
4. Los cristianos deben mantener su diferenciación cristiana.
5. Los cristianos deben mantener su credibilidad ante los no cristianos.

La verdadera vocación conlleva:

Una obediencia a Cristo. Mateo 16:24.

La obediencia se refleja en la manera que seguimos a Cristo, compromiso es decirle si a la invitación de Jesús a ser sus discípulos. Dietrich Bonhoeffer dice

“Se produce la llamada y, sin otro intermediario, sigue el acto de obediencia por parte del que ha sido llamado. La respuesta del discípulo no consiste en una confesión de fe en Jesús, sino en un acto de obediencia. (…)Nada precede aquí y nada sigue más que la obediencia del que ha sido llamado. Jesús, por ser el Cristo, tiene poder pleno para llamar y exigir que se obedezca a su palabra. Jesús llama al seguimiento, no como un profesor o como un modelo, sino en cuanto Cristo, Hijo de Dios. Así, en este breve pasaje, lo único que se anuncia es a Jesucristo y el derecho que tiene sobre los hombres.[8]

Solo en una actitud de obediencia la vocación cristiana puede preservarse y fructificarse, nuestra vocación se sustenta en una obediencia radical del llamado de Dios.

Vivir según la medida bíblica. Mateo 7:21-27.

La permanencia de nuestra vocación también esta condicionada a las bases bíblicas que hemos ido construyendo a lo largo de nuestra vida John Stott explica esto, comentando el pasaje de San Mateo

“Jesús no pone en contraste aquí a los cristianos profesantes con los no cristianos, que no han hecho profesión. Por el contrario, lo que tienen en común ambos constructores de casas espirituales es que ellos me oyen estas palabras. Así que ambos son miembros de la comunidad cristiana visible. Ambos leen la Biblia, van a la Iglesia, escuchan sermones y compran literatura cristiana. La razón por la que a menudo no puedes decir qué diferencia hay entre ellos es que los cimientos profundos de sus vidas están ocultos. La cuestión real no es si oyen la enseñanza de Cristo (ni siquiera si la respetan o la creen), sino si hacen lo que oyen”.[9]

Aunque es importante el conocimiento intelectual como la profesión verbal, estos jamás podrán sustituir a la obediencia. El asunto no es que digamos cosas lindas o entusiastas, ni que memoricemos su palabra hasta saturarnos de su enseñanza, sino que hagamos lo que decimos y hagamos lo que sabemos.

Vivir en pureza moral. Efesios 4:17-5:21.


La santidad es el resultado de nuestro nuevo nacimiento (regeneración) y de la obra del Espíritu Santo que mora en nosotros desde el día de nuestra conversión. Sin embargo la pureza moral también conlleva una responsabilidad.

En sentido bíblico responsabilidad es, en primer lugar, una respuesta dada con palabras a la pregunta del hombre acerca del acontecimiento de Cristo con riesgo de la vida (2 Tim 4, 16; 1 Pe 3, 15; Flp 1, 7 Y 16). Yo respondo, con riesgo de la vida, con palabras, a lo que ha acontecido por medio de Jesucristo. Por consiguiente no respondo primeramente a mí mismo, a mí acción, yo no me justifico a mí mismo (2 Cor 12, 19), sino que respondo de Jesucristo y con ello en todo caso de la misión que me ha sido encomendada por él 1 Cor 9, 3. (...) La responsabilidad tiene lugar ante Dios y a favor de Dios, ante los hombres y a favor de los hombres, siempre se trata de responsabilidad de la causa de Jesucristo y solo en ella de una responsabilidad de la propia vida. La responsabilidad solo se da en la confesión de Jesucristo con la palabra y la vida.[10]

El cristiano adquiere un compromiso con Dios, y es el de vivir en santidad, obtenerse de todo lo que lo desvíe de su objetivo y vocación.

Responsabilidad en el área social. Mateo 5:16, Santiago 1:27.

Para que haya una evangelización integral se requiere del Evangelio integral, en otras palabras una evangelización que relacione la oferta de los beneficios de la salvación con el llamado de Dios a participar en su obra de transformación de la vida humana y de la creación.
Lamentablemente, con demasiada frecuencia los cristianos que se preocupan por los problemas socioeconómicos y políticos trabajan por el cambio de las estructuras sociales (en este momento quizás con menos optimismo que antes, por razones obvias) pero no dan mayor importancia a la proclamación verbal –el decir– del evangelio de arrepentimiento y perdón de pecados. En contraste, los cristianos que consideran que la experiencia de conversión individual es el todo de la fe cristiana se dedican a evangelizar y establecer iglesias, pero descuidan la puesta en práctica –el hacer– del amor en términos de buenas obras. Unos y otros precisan corregir su manera de concebir y llevar a cabo la misión de la iglesia. En otras palabras, precisan recuperar el Evangelio integral –el Evangelio que afirma que «Cristo murió por nuestros pecados» (1 Co 15:3) y a la vez que «él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tit 2:14). El sacrificio de Cristo provee la base tanto para el perdón de Dios mediante el arrepentimiento y la fe como para un estilo de vida misionero caracterizado por la constante búsqueda de maneras de servir a los demás.[11]


La responsabilidad social es una consecuencia de la evangelización. En otras palabras, la evangelización es el medio que Dios usa para llevar a la gente al nuevo nacimiento, y la nueva vida se manifiesta en el servicio a los demás, Pablo escribió que "la fe obra por el amor" (Gá. 5.6), Santiago que "yo te mostraré mi fe por mis obras" (Stg. 2.18) y Juan que el amor de Dios en nosotros se expresa en el servicio a los necesitados (1 Jn. 3.16-18).

Por tanto, nuestra vocación se origina en la respuesta al llamado de Dios, un llamado que nos invita a participar en la misión del reino de Dios, sin embargo esta vocación y misión se mantendrá sólo si conservamos y salvaguardamos una identidad cristiana fundamentada en una correcta interpretación la palabra de Dios.

[1] Comblin José, Experiencia de Crisis en la Historia del Cristianismo” , en ¿Cristianismo en Crisis?, Revista internacional de Teología CONCILIUM Nº 311 , ed. Verbo Divino, Navarra, 2005, pp. 105-107.
[2] De la Serna Eduardo, “Crisis del Cristianismo en América Latina”, en ¿Cristianismo en Crisis?, Revista internacional de Teología CONCILIUM Nº 311, ed. Verbo Divino, Navarra, 2005, pp. 91
[3] Ibidem, pp. 93
[4] Gianni Vattimo, “El fin de la modernidad, Barcelona”, Planeta- Agostini, 1994, pp. 10.
[5] Miranda David, “La religión en la posmodernidad” en “Educación Teológica en la Posmodernidad”, Encuentro y Diálogo Nº 16, ASIT 2002-2003, PP.51.
[6] Stott John, “El Cristianismo Contemporáneo”, ed. Nueva Creación, Buenos Aires, 1992, pp. 214
[7] Stott John “El sermón del monte, contracultura cristiana”, ed. Certeza, Buenos Aires, 1998, pp.
[8] Bonhoeffer Dietrich, “El precio de a gracia, el seguimiento” ed. Sígueme, Salamanca, 2004, pp. 27
[9] op. cit, Stott John “El sermón del monte, contracultura cristiana, pp. 244
[10] Bonhoeffer Dietrich, “Etica”, ed. Trotta, Madrid, 200, pp. 202-203.
[11] Padilla Rene, “Evangelización Integral” www.kairos.org.ar/articuloderevista.